Salida: Barragem de PedrógãoLlegada: QuintosDistancia recorrida: 25,9 km Tiempo empleado: 5h:53’
Tras un día de transición como el de la etapa de ayer entre presas, hoy entramos en una segunda fase del río Guadiana en la que el cauce se estrecha y transcurre por parajes únicamente habitados por la fauna salvaje de la zona. En los próximos kilómetros los rápidos se sucederán, haciéndonos decidir en cada momento si pasarlos sobre nuestras tablas o rodearlos por tierra.
En las jornadas de hoy y mañana, Sevi no podrá sacar su kayak, sería demasiado engorroso a la hora de rodear algunos de los rápidos que no se pueden navegar. Pasa a ser el fotógrafo oficial y guía del equipo de tierra acompañando a León.
En este día en que abandonamos el hotel de Moura tardamos más que de costumbre en recoger todo, repartir el material en los coches adecuados, fijar conductores y logística de vehículos que se mueven o que se quedan y, en definitiva, en poner en marcha la expedición. Hoy si tenemos bien localizado el punto de salida de la etapa y cómo llegar hasta él. En el viaje de prospección de diciembre lo marcamos en el GPS y ahora estaba bien fácil. Hoy nos meteremos en el río tras pasar por un camino de tierra a unos 200 metros de la imponente presa de Pedrógão.
Mientras inflábamos las tablas a pie de agua, todo lo que nos rodeaba en aquel paraje eran enormes rocas, arbustos, cañaveral y un río que aquí tenía un poco de corriente apenas perceptible a simple vista. Este sería el paisaje que nos encontraríamos a lo largo de los 25km que nos quedaban por delante. Hoy Alfredo y yo estaríamos acompañados desde el principio por Pablo sobre otra tabla de SUP.
Comenzamos a palear poco antes de las 14h, está claro que no se nos da bien arrancar rápido, pero cuando empezamos ya no hay quien nos pare.
Nuestro primer kilómetro discurrirá entre paredes de roca en un estrecho cauce que, regulado por la cercana presa, tiene poca corriente. En el kilómetro 3,5 hay que poner pié a tierra. El río se divide en pequeños pasos impracticables, a la izquierda un rápido metido entre zarzas y a la derecha unas rocas muy en superficie. Nos calzamos las zapatillas que llevamos sobre nuestras tablas y mientras yo espero junto a las tablas, Pablo y Alfredo se van caminando por la ribera en busca del punto de acceso al agua más cercano.
Una vez superada esta estrechez tras caminar unos 200m entre la maleza, nos incorporamos al río de nuevo, vamos por el brazo menos caudaloso del río en esta zona y tenemos que echar pie a tierra en varias ocasiones, una en el kilómetro 5 junto a un molino de agua, tenemos que pasar una valla de espino que delimita una finca con ganado que pasta feliz en aquel verdor. Volvemos al cauce único y el río nos permite palear a buen ritmo durante tres kilómetros antes del siguiente rápido.
Una vez al lado, lo examinamos y comprobamos que se puede pasar sobre la tabla en su parte central, donde la corriente forma un canal de mayor profundidad a la vista de que no hay ninguna ondulación que rompa la superficie del agua.
Después de casi dos horas y media paleando y antes de llegar al primer punto de encuentro con el equipo de tierra, nos tomamos unas barritas y fruta fresca sobre las tablas en un recodo tranquilo y con un sol espléndido. Estos minutos hacen que merezcan la pena los esfuerzos y sacrificios previos.
En los próximos cuatro kilómetros y medio no encontraremos rápidos que sortear, paleamos con buena frecuencia y bajo un sol que empieza a abrasar un poco. El río se irá estrechando en algunas zonas. Nuevos rápidos salen a nuestro encuentro. La corriente hoy si nos ayuda. En diversas zonas hemos de escoger con acierto la margen por la que remar, es fácil que la quilla roce fondo arenoso unas veces y de piedra en otras. Pequeñas islas de arbustos en mitad del cauce nos obligan a elegir la trazada.
Cuando no eliges el lugar correcto por el que navegar en estas aguas tan poco profundas, hay muchas probabilidades de no permanecer de pie sobre tu tabla, las rocas están muy cerca de la superficie y si no las sorteas adecuadamente puedes caer.
Río abajo nos encontraremos otros ocho pasos de aguas blancas donde evaluamos la conveniencia de pasar sobre la tabla, sobre todo por no ocasionar daños en el material y por el peligro que supone una caída sobre las piedras en aquellos rápidos con poca profundidad. De hecho, a la altura del kilómetro 19, Pablo nos dice que algo no va bien en su tabla y tras parar en la margen derecha del río confirmamos la sospecha de que se ha dejado la quilla en alguno de los rápidos en los que rozó con las rocas. Por suerte, estábamos llegando al puente junto a Mechão, donde se encontraban León y Sevi para tomar imágenes y como punto de extracción que esta vez tuvo toda la utilidad para la que fue previsto.
Tras la retirada forzosa de Pablo, Alfredo y yo continuamos navegando bajo el antiguo puente sobre el que yacía una vieja vía ferroviaria y por el moderno sobre el que pasaba la carretera IP8. En los casi 6 km que quedaban por delante encontramos aún tres rápidos más que pasamos sin ninguna incidencia. Aproximadamente a las 19:45h estamos llegando al punto que habíamos marcado como final de etapa, una pequeña pradera cerca de la localidad de Quintos, que nos sirvió para apreciar la belleza del Guadiana bajo estas últimas horas de sol.
Una vez en tierra, mientras recogíamos el material para marcharnos, el sonido del agua corriendo entre las rocas del siguiente rápido era la música de fondo que acompañaba a la imagen de la montaña reflejada en la zona de agua plana con la última luz del día.
Habíamos terminado la primera etapa de río rápido y por fin llegó el día tan esperado y deseado por mí… esta noche pernoctaríamos en la ciudad de Beja, lugar donde se encontraba el restaurante Pulo do Lobo, lugar donde en diciembre Alfredo y yo comimos una deliciosa sapateira (buey de mar que preparan especialmente bien en este lugar y sirven junto a pequeñas rebanadas de pan de pueblo tostado y con una leve capa de mantequilla) y lugar con el que llevaba soñando desde que empezó esta aventura.
